Fernanda Restrepo

Las verdaderas luchas se han dado siempre en las calles, no en las aulas. No podemos ser activistas de redes sociales y ser tan cómodos que con un like ya pensamos que hacemos algo”.

Periodista y productora de cine y televisión. Se especializó en la Universidad Autónoma de Barcelona, España, en dirección de documental. Su obra Con mi corazón en Yambo ha sido presentada en más de 36 festivales internacionales, y ha recibido más de 16 premios a nivel nacional e internacional.

Sobre el campo audiovisual hay la idea de que mayoritariamente está ocupada por hombres, pero las mujeres en los últimos años han ganado un terreno impresionante con una visibilidad e importancia en todo ámbito: producción, dirección e incluso en los puestos técnicos. Por supuesto falta mucho por recorrer y erradicar esos micromachismos sutiles que se sienten en el día a día.

En mi caso, somos un equipo femenino. Cuando llegamos a entablar conversaciones con un cliente, se quedan sorprendidos de que sean un par de mujeres quienes llevan a cabo el rodaje, las entrevistas y la cámara en la mano, y se muestran inseguros. Luego viene el producto final y quedan sorprendidos: ¿cómo una mujer puede hacer algo que técnicamente es de hombres? Poco a poco, la mujer ha ido quitando esos mitos con su trabajo arduo, aunque también debe demostrarlo el doble. No solo somos mujeres, sino también, muchas veces, madres. Debemos sacar fuerzas y tiempo de no se sabe dónde. Por ejemplo, acabo de dar a luz a un bebé  y trabajé embarazada hasta el último momento grabando; me decían “¿qué hace una mujer embarazada grabando?”, “por favor, pedimos que no sea la embarazada la que grabe”. Eso da cuenta de una sociedad todavía muy machista y cerrada.

Cuando realicé el documental Con mi Corazón en Yambo, tuve que lidiar con muchas trabas para acceder a archivos policiales, a sitios imposibles de acceder por la potencia y gravedad del tema. Entrar a todas esas instituciones públicas policiales cerradas, sesgadas, que todavía contienen esa verdad sobre Santiago y Andrés, fue un reto difícil, duro y triste a la vez, pero tenía que enfrentarlo y sacar a la luz algo más de esta historia. Con ese amor que se lleva por delante, se puede lograr cualquier cosa. El amor enfrenta todo poder; ninguno es eterno ante esa lucha y ese amor.

Creo que esos estereotipos de la madre abnegada y el padre luchador, sobre todo ante mis ojos y ante todos los que estuvimos en la Plaza Grande durante 20 años, se desvanecen un poco, porque creo que mi padre y mi madre eran uno solo, no era uno más que el otro. Mi madre más bien era representada como una leona: la mujer que se enfrentaba contra todo y tod*s, la mujer que no tenía empacho en coger de la solapa a cualquier policía por el cuello. Una madre es visceral, siente desde las entrañas y por sus hijos hace todo. Esa era la figura que representaba ella, y mi padre, la de un verdadero roble, fuerte, que no decaía por nada ni por nadie, pero eran una sola amalgama. Hubiera sido imposible luchar contra el Estado, si no hubiera sido por esa unión balanceada, igual y perfecta entre ese hombre y esa mujer, que se convirtieron en uno solo y que de manera positiva transformaron mi identidad en lo que soy: alguien que no se deja vencer, que lucha, que no le tiene miedo al poder si toca enfrentarlo; alguien que ama la verdad ante todo.

Las verdaderas luchas se han dado siempre en las calles, no en las aulas. No podemos ser activistas de redes sociales y ser tan cómodos que con un like ya pensamos que hacemos algo. Hay que estar en las calles, y así lo he vivido yo, que he estado en algunas marchas apoyando procesos de algunos movimientos feministas muy importantes, fundamentales en todo lo que está aconteciendo aquí en Ecuador. El feminismo y el movimiento feminista están en ebullición, y luchan para que no nos desaparezcan más como mujeres, que no nos violenten, violen ni nos maltraten más, que no nos hagan ser madres siendo niñas.

Para mí la violencia contra la mujer es la decadencia humana más profunda, porque violentar a una mujer es violentar la vida misma, es no entender el origen del todo, de dónde viene uno, de dónde nació, de dónde se alimentó y creció cada persona. Entonces, la violencia contra la mujer es no comprender la vida misma y el poder de la mujer. Y la solución sigue estando en la educación desde sus inicios, cuando somos tan niñ*s: ese es el momento perfecto para absorber y entender el porqué es lo más deplorable violentar a una mujer en cualquier sentido.